“No encontramos justificación para que le hayan hecho esto”, afirma Angie Poso cuando LA GACETA le pregunta por el crimen de Jorge Leonardo Cantillo Rodríguez, el joven colombiano que fue decapitado en El Colmenar. Ni ella ni el resto de los miembros de la comunidad colombiana que vive en la zona se explica qué pasó. Es más, el horror se instala en los ojos de cada uno de ellos cada vez que hablan del tema.
El crimen de Cantillo Rodríguez fue perpetrado con una crueldad inédita. La víctima, de 29 años, se hallaba en una propiedad de avenida San Ramón al 1.000, el miércoles a la tarde, donde trabajaba fabricando muebles. En esa casa viven varios compatriotas suyos, como inquilinos de una mujer que vive en la parte trasera del inmueble. El hijo de la locadora (Nahuel Acosta, de 19 años) es el acusado de haber cometido el crimen.
Eran las 17 y Angie se encontraba en el patio de esa casa junto con una prima y dos niños. En ese momento vieron pasar a Nahuel con un hacha en la mano. “Pasó como apurado, con la cabeza hacia abajo. Por detrás lo seguía su hermanito menor y él le dijo que se vaya”, recordó. Lo que siguió después dejó a todos paralizados.
“Jorge estaba agachado lavando una pistolita para ponerse a pintar un mueble cuando este chico vino por detrás y, sin decirle nada, le pegó en la cabeza para tirarlo. Mi primo, que estaba cargando muebles en la camioneta, escuchó un ‘¡ay!’, y después como que pegaban con algo. Cuando se asomó, ya le había arrancado la cabeza. Todo fue en cuestión de segundos”, relató la joven.
“Mi marido -siguió- le preguntó ¿qué hiciste? y le dijo que iba a llamar a la Policía. Pero el chico le contestó que no llame a nadie y se le tiró encima con el hacha”.
Carlos Poso, también miembro de la comunidad colombiana, declaró ayer como testigo en tribunales. Contó que estuvo allí en el momento del hecho y detalló: “lo atacó por la espalda. Llegó con un machete y un hacha. Le dio un golpe primero y no paró hasta que lo decapitó. Nunca imaginé ver algo así. Eso no es de un ser humano. Fue espantoso”.
“No podía defenderse”
A Jorge lo velaron en un salón de El Colmenar donde antes funcionaba una capilla. “La verdad, no tenemos ni la más remota idea de qué fue lo que pasó. Lo único que yo sé es que mi hijo no se metía con nadie, era un muchacho muy calladito. No sabemos el motivo, no sabemos qué pasó”, insistió Alberto Cardona, padre de la víctima.
En el barrio circulaba un rumor que relacionaba el crimen del joven colombiano con un homicidio por el que habían estado acusados Nahuel y su padre, Mario Esteban Acosta. Ese hecho ocurrió el 1 de mayo de 2014, también en El Colmenar, donde fue asesinado Juan Figueroa. La versión indicaba que Cantillo Rodríguez había delatado al mayor de los Acosta para que fuera preso. Pero el padre de la víctima lo negó rotundamente.
“Cuando llegamos a Tucumán, hace tres años, eso ya había pasado. Cualquier versión respecto de eso es falsa. La gente, por darle a la lengua, inventa”, aseguró Cardona. Para él, su hijo fue víctima de la violencia de un joven que habría estado bajo los efectos de estupefacientes. “Simplemente el tipo se drogó y estaba dispuesto a matar a cualquiera; en medio de su droga quería matar a alguien, a cualquiera le hubiera dado: a un niño, a cualquiera. Y lo encontró a él, agachado, que no podía defenderse”, intentó explicar.
Quebrado, el hombre agregó: “dicen que para un padre no hay hijo malo, pero en este caso debo decir que mi hijo era un muchacho trabajador, de lo que ganaba sacaba para su casa y sacaba para mandarle a su mamá, incluso se ponía mal cuando no tenía plata para mandarle a su mamá que quedó en Colombia; no creo que una mala persona haga eso”.
En enero, Cantillo Rodríguez iba a cumplir tres años de noviazgo con Nadia Cano, una joven tucumana. Juntos tuvieron un bebé que nació hace cinco meses.